Usted no se podrá esconder. Prepárese para correr.
Estas dos frases de la película de Steven Spielberg podrían significar dos cosas en el contexto colombiano actual. Una, el lema del nuevo gobierno del corazón grande y la mano dura. Y la otra, las palabras que quisiera decirle quien preside este gobierno a quien preside la guerrilla. Y digo que “quisiera” porqué Álvaro Uribe no es tan estúpido como para prometer la casi misión imposible de atrapar a Manuel Marulanda; algo casi tan difícil como atrapar al mismo Bin Laden (y con esto no quiero decir que Bush sea tan estúpido). En la película, que en español la llaman Sentencia Previa, las dos frases se refieren al desenlace de quien preside el Precrimen, un innovador sistema amparado por el gobierno estadounidense que combina la tecnología psíquica con estudios criminológicos y que nos permite soñar en una sociedad sin asesinatos.
No es muy lejano a lo que queremos los colombianos que nos levantamos todos los días en uno de los lugares con más homicidios en el mundo. Ni tampoco es muy distante al método que inspira al nuevo gobierno: un sistema de Precrimen impulsado no por tres mentes visionarias sino por un millón de ciudadanos informantes. Y las herramientas no son trajes futuristas ni modernas naves policiales, sino estados de excepción, decretos de conmoción y presupuestos especiales para las fuerzas armadas, es decir para la guerra, es decir para muerte.
En la película, en el Washington del 2054, el sistema estaba funcionando y valía la pena difundirlo por toda la nación. Pero el sistema era perfecto hasta que se devolvió contra él, la cabeza de la unidad de Precrimen. En la realidad, en la Colombia del 2002, el sistema podría empezar a funcionar pero tampoco va a ser perfecto. Podría luego devolverse contra todos, registrar mas victimas de la violencia. Pues con el noble objetivo de acabar con los violentos podríamos terminar todos como Tom Cruise en la película: acusado por un futuro asesinato de alguien que nunca conoció, sin poderse esconder, huyéndole a la muerte que el mismo atacaba y en la cual terminó metido hasta la cabeza.
Por eso si usted le va a apostar a la guerra, tenga cuidado: no se podrá esconder. Prepárese para correr.