enero 20, 2008

No somos tan idiotas

No somos tan idiotas como para pensar que las FARC son una manada de angelitos redentores del ser humano, claro que no; pero tampoco debemos ser tan idiotas para creer en los engaños y contradicciones del gobierno colombiano, que solo logra perpetuar una guerra que sólo trae más y más destrucción al país.

Ni el uno ni el otro. ¡Por favor! No estar de acuerdo con el gobierno de turno no significa estar de acuerdo con las FARC ni significa que no rechacemos todas las atrocidades que cometen en su interminable y feroz guerra. No podemos caer en la estupidez, aunque el gobierno piense que somos unos estupidos, de pensar que en Colombia hay dos grupos: los que están con las FARC y los que están con el gobierno. ¡Que tal! Es como si le preguntaran a uno: ¿Por cual de ese par de mentirosos usted toma partido? ¡Pues por ninguno! Por favor, ¡ni más faltaba!

Caer en ese juego al que nos invita el gobierno colombiano, gobierno que no me representa ni que me genera confianza, es caer en el juego desesperado de la guerra, es justificar precisamente lo injustificable: que la única forma de acabar con la guerra es con más guerra. Claro que no. Estar a favor de acabar la guerra NO es estar a favor de las FARC. Estar en contra de la guerra es estar a favor de la solución pacifica de los conflictos, es estar a favor de una negociación política entre dos fuerzas que se han declarado la guerra abiertamente y que gracias a su prolongada e inclemente guerra nos tienen a los colombianos sumergidos en una violencia que ha cobrado y sigue cobrando victimas y más victimas. Muertes y más muertes. Desplazados y más desplazados. Y nosotros seguimos, como idiotas, pegados al televisor aplaudiendo la guerra, siguiéndoles sus gritos de guerra a representantes del gobierno y legitimando sus engaños. La mentira es una reconocida arma de guerra, por eso es tan difícil creerle a alguno de los dos contendores. Colombia llegó al momento en el que dos bandos se han declarado de frente en guerra y actúan como tal: como guerreros. Es una oportunidad, es un momento para aprovechar, es el momento para lanzar un camino diferente: un camino sin armas. Cuanta falta le hace al país en este instante un verdadero movimiento ciudadano por la paz.

¿Seremos tan idiotas para seguir callados sin exigir a las dos partes que se sienten a negociar?, ¿Seremos tan idiotas para pensar que son solo dos grupos, en guerra, quienes tienen derecho a decidir el presente violento y el futuro desesperanzador de nuestro país?,
¿Seremos tan estúpidos para no exigir una Colombia en paz?

Hay muchas razones por las cuales no confío en el actual gobierno colombiano, pero la más grande de todas es que nos cree a todos unos idiotas. Y cada día que pasa, cada discurso que pasa, nos cree más idiotas.

La Iglesia Católica y el gobierno de Venezuela están tratando de llevar a las FARC a una mesa de negociación, están tratando de crear las condiciones para que empiece un proceso de negociación que le ponga fin a esta cruel guerra. Quienes conocen las FARC saben que por más mentirosos e intransigentes que sean están dispuestos, como nunca, a negociar de una vez por todas el final de su guerra desgastada. ¿Seremos tan idiotas de dejarnos confundir por quienes están enceguecidos en su afán de victoria militar?

Ojalá los colombianos no nos dejáramos confundir más por noticias sin contexto y por expresiones de quien no le interesa que se acabe la guerra. Ojalá no le hiciéramos eco a esas expresiones simplistas y descontextualizadas que quieren poner a los unos contra los otros. Ojalá la Iglesia juegue su papel. Tiene la Iglesia una oportunidad para reivindicar su papel de mediador promoviendo un proceso de paz que conduzca a un verdadero punto de reconciliación entre los colombianos, un punto de partida por una Colombia donde las diferencias no se resuelvan a balas ni mentiras. No se trata de estar o no de acuerdo con todo lo que dicen los representantes del gobierno venezolano, se trata de apoyar iniciativas que ayuden a parar la infamia de la guerra en Colombia.

Aunque el gobierno colombiano así lo crea, no somos tan idiotas. No creemos ciegamente lo que dicen para justificar sus errores y su indiferencia.

No estamos ni con las FARC ni con el gobierno de turno, no estamos con la guerra. No nos dejemos confundir: la única salida NO es la guerra. Es hora de apostarle a la paz.

Somos tercos, muy tercos, todavía creemos que podemos parar la guerra. Aun creemos en Colombia.

Todo está por construir.