agosto 07, 2010

·· Nuestro regalito al planeta ··

Las cifras pueden variar, pero el daño es inocultable. El pasado 20 de abril de 2010 explotó una plataforma petrolera en el golfo de México y dejó once muertos, además de un permanente derrame de crudo que sólo pudieron frenar definitivamente cinco meses después. Mientras tanto al menos unos cuatro millones de barriles de petróleo se esparcían en el mar, con su inevitable daño al ecosistema, al planeta entero. ¿Y quién responde? ("El tubo tuvo la culpa"). Las consecuencias son irreparables, irreversibles. No importa cuántos millones de dólares se anuncien ni cuantas disculpas pidan las petroleras. Y lo peor de todo: ¿Nos sirvió de escarmiento? ¿Aprendimos algo? No. Las perforaciones en aguas profundas no sólo continúan sino que se incrementan, con las dificultades y el riesgo que esto representa.

El mundo necesita ese petróleo, aunque sea para que no perdamos nuestra calidad de vida en los próximos 60 años.

Nuestro egoísmo y egocentrismo no tienen límites.