diciembre 13, 2003

La relación entre la realidad y la ficción

Pedro Almodóvar cuenta como su madre, cuando le leía las cartas a sus vecinas, les leía no lo que decía la carta, sino todo lo que ellas querían escuchar. Las conocía bien a ellas y sus entornos.

Sospecho que para Almodóvar esa fue una gran lección, donde entendió la relación entre la realidad y la ficción.

noviembre 25, 2003

Días en Montreal

Este bar debería llamarse más bien Trescientos sesenta grados, le dijo Peter cuando recorrían el corredor circular del 737, en el piso cuarenta de un moderno edificio en el corazón de Montreal.

Esa noche, en un lugar donde un vaso de Habana Club con bastante hielo no sabe igual pero alegra el paladar, mientras la vista se pierde entre el espectacular desfilar de modos y modas juveniles que danzan entre el humo y los olores mezclados de los escondites nocturnos del invierno, se dio cuenta por primera vez que el lenguaje no era la única barrera para comunicarse con los otros que sentía tan lejanos.

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Su mirada era más profunda que nunca. Mas bien, su mirada era profunda por primera vez, tal vez no porque antes no lo fuera sino porque era la primera vez que el la advertía. Pero quizás la profundidad viene de la tremenda oscuridad que no había descubierto antes. Ni siquiera cuando la tuvo en sus brazos casi desnuda en medio de los calores de la tardía adolescencia.

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En el cuadro de Dalí que miraba con cautela encontró más rostros que mariposas. Al otro día, al despertar y antes de despedirse y dar las gracias por el hospedaje, volvió a ver el cuadro y esta vez encontró mas mariposas que rostros.

octubre 20, 2003

No hay derecho!

Antes estábamos cagados... pero ahora El Tiempo se nos vomitó encima.

Antes que nada quiero hacer la aclaración de que no tengo nada contra Juan Lozano, independientemente de diferencias y suspicacias con el ambiente político que lo está rodeando, creo que es un tipo serio y honesto. Ya desde hace varios años apreció más que su labor periodística su gestión a favor de la transparencia y la anticorrupción.

De alguna manera tengo mis afectos por Bogotá y me interesa conocer sobre su administración. Cuando vivía en Cali, Bogotá era para mi lo es Montreal ahora que vivo en Ottawa. Sin embargo, no es la campaña a la alcaldía misma la que me impulsa a escribir esta nota, si no el descarado editorial dominical de El Tiempo del 19 de octubre de 2003.

Qué por naturaleza todo periódico ejerce influencia política, claro. Qué de alguna manera el editorial representa esa posición política del periódico, claro. Pero que El Tiempo (el único diario de circulación nacional y la website mas leída por los colombianos en el exterior), en su editorial del domingo (el día de mayor tiraje), señale quien debe ser el alcalde de Bogotá (un accionista y ex empleado de esa empresa), definitivamente es una actitud deplorable.

Si esto sucediera en un país donde existieran tres o cuatro diarios fuertes, cada uno con diferentes posiciones políticas, pues vaya y venga. Pero en un país como Colombia, donde existe seméjate monopolio informativo, siente uno como si los poderosos que manejan los medios le dieran una cachetada en la cara y luego se sentaran a reír.

Seguramente Lozano no lo haría mal en la alcaldía, ese no es el problema. Pero ojalá, por el bien de el país, ganara Lucho y pudiéramos sacudirnos de esa cachetada y de todas esas barreras que los privilegiados le ponen a la democracia. Quien quede de alcalde es una decisión pública y no privada, como lo quieren quienes representan los intereses de la Casa Editorial El Tiempo.

Ahora, el texto del editorial es curioso por sí mismo. Primero le dicen a la gente que Lozano debe ser el alcalde y luego le echan flores a Lucho y el PDI. El que peca y reza, empata. Como si a ellos mismos les diera vergüenza de lo que estaban haciendo. Además hay lindas perlas en el texto. Por ejemplo, dice El Tiempo que la izquierda "tiene por delante fértil terreno social para avanzar en su búsqueda del poder político". ¡Mentiras! El mismo editorial lo demuestra. En otras palabras el mensaje que enviaron fue: vamos a hacer todo lo posible para que la izquierda no avance más en su búsqueda del poder político. También dice El Tiempo, cínicamente, que Garzón tendría una "precaria gobernabilidad". Y ellos saben porqué lo dicen, pues también lo demuestran con acciones como estas. Si a Lucho le ponen las barreras que le ponen como candidato, imagínense como alcalde.

Pero afortunadamente al editorial de El Tiempo le va a pasar lo que desafortunadamente le paso a la entrevista de Samper hace un par de semanas en el mismo periódico. Las frases de Samper a favor de Garzón solo beneficiaron a Lozano. Y ahora las frases de El Tiempo a favor de Lozano solo beneficiarán a Lucho. Así es, muchos de los aún indecisos desconfiarán de este descarado atropello e irrespeto de tratar de manipular su voto desde el poder de los medios. Estos votarán contra El Tiempo, es decir a favor de Garzón.

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Aparte: Me gustaría mucho saber que piensan Javier Darío Restrepo y Germán Rey sobre esta salida de El Tiempo.

octubre 05, 2003

Tango

Dice la revista Número en un reportaje que Enrique Santos Discépolo (máximo creador del tango, según la misma revista) definió el tango diciendo: "Es un pensamiento triste que se baila".

La penetrante y fija mirada de Mario Suárez lo confirma. Lo mismo que las imágenes en su cabeza, sus pensamientos, sus palabras.

La política se mete en todo. Hasta en el tango. Hasta en las películas sobre el tango. La historia siempre se quiere maquillar, "el pasado es un proyecto que se quiere abolir". Pero siempre vuelve, cómo dice la película que decía Borges.

Elena tiene 23 años. Su elegancia en el baile es tan fiel a su figura como su cara de angustia lo es a aquella escena de la obra. Mario si se enamoró de Elena. Ella no de Roca pero tampoco de Mario. Pero a éste lo siente, lo acompaña.

La música del tango es tan triste como su baile tan sensual. La melancolía contrasta con la elegancia y con la sonrisa del final de la pieza. Sin embargo la alegría de la milonga se siente tanto en las notas musicales como en las piernas de los danzantes.

Yo no sé nada de tango pero digo que el tango es una mujer. Y a veces hasta dos, como en la película, en la escena de los ventiladores.

octubre 02, 2003

El otro día fui a ver "Anything else"

Tal vez lo mejor de haber visto Anything else fue la remembranza de New York, una ciudad que desde mi primera visita me extendió una permanente y tentadora invitación. Sólo faltó la escena en el metro, pues Allen presenta el panorama de la vida de un joven escritor en el Middle Manhattan: caminatas por el Central Park, reflexiones al borde del río Hudson, restaurantes y cafés al gusto, taxi drivers respondiendo preguntas no formuladas, andenes creando y recreando historias, tiendas, estudios, informales estudiantes, maniáticos profesores y businessmen con mujeres en tacones. Uno siempre está planeando su próximo viaje a New York, y una película de Allen es una buena prueba a distancia.

La otra remembranza fue la del taxi, mejor dicho la del taxista. El último taxi que tomé fue el que me llevó, hace ya más de un año y medio, desde el terminal de bus hasta el apartamento al que llegué a vivir en Canadá. Acá no es que no haya taxis pero es que uno no los usa. Pues además de que siempre me he transportado o en bus o mi carro, tengo la percepción de que andar en taxi me llevaría al borde de la ruina. Pero lo que decía era que, a pesar de la desconfianza propia a los taxistas (siempre pensé que me querían tumbar -sobre todo en Bogotá-) y de que siempre lo consideré mejor opción que coger bus o manejar (aunque no fui consecuente con ello), no había caído en cuenta -como ahora- de la falta que me hace la voz cotidiana del taxista. En fin… las ideas sobre el taxi quedan en continuará…

Ayer, el primer día de octubre, la temperatura bajó drásticamente. Hoy, en vez de ir a mi a veces aburrida clase de francés, preferí venir a almorzar al centro de Ottawa y percibir la ciudad en esta época de cambio. Y vaya cambio. El ambiente es de muerte, o más bien de entierro, o más bien (y realmente) de encierro. El "patio" del restaurante Nickels desapareció. Es ya un planchón de cemento uniforme lo que hasta hace un par de días era una colorida plazoleta de mesas, asientos, botellas de vino, pancartas, ensaladas verdes, cervezas y flores.

Al empezar la tarde la lluvia vino con vientos ya no frescos sino fríos. Caminé un par de cuadras desde el restaurante hasta Planet Coffee, mi café preferido, y encontré la puerta cerrada y en el interior más gente que de costumbre esta hora.

Tal vez lo mismo estará pasando en un par de semanas en New York. Woody Allen lo podría describir muy bien. Anything else se desarrolla tal vez entre esos días en que la jubilosa primavera le da paso al apasionante verano. Escribir estas frases me ponen en aviso de mi excesiva fijación en el cambio de estaciones…

Pero, que vá, estos cambios drásticos no deben ser más que cosas simples de la vida, just like anything else… think about it!

agosto 13, 2003

Cuatro años sin Jaime Garzón

“La vida no vale nada
si escucho un grito mortal
y no es capaz de tocar
mi corazón que se apaga.”

Pablo Milanés

Hoy hace cuatro años me levanté en mi apartamento del sur de Cali, como siempre, tarde. Tal vez ese día tendría clase en la noche, o tal vez estaba trasnochado, como siempre, de trabajar en el computador hasta el cansancio. No recuerdo quien me dio la fatídica noticia esa mañana pero me acuerdo de mí mismo estremecido y débil, con dolor de alma y de país, viendo desde mi cama en los noticieros del mediodía todos los homenajes y recuerdos que despedían a un espíritu rebelde más que soñó una Colombia distinta, que aprendiera a cagarse de la risa en vez de cagarse en la dignidad.

Por esos años andaba yo hablando con mucha gente que me diera luces en nuestra labor de mantener y proyectar un medio alternativo que empezábamos a consolidar y al que le descubríamos sus inmensas posibilidades pero también sus inmensos riesgos y fragilidad. Tal vez con la certeza que me sigue acompañando de que sin creatividad e imaginación más fácilmente caeríamos en el anacronismo y el olvido, me acerqué, entre otros, a personajes como Alfredo y Jaime Garzón.

Alfredo Garzón me habló de su hermano Jaime y su cómplice Antonio Morales (con quien no pude hablar porqué andaba en Francia). Revisamos algunos de los trabajos gráficos que él le había hecho recientemente al Medio Universitario de la PUJ en Bogotá así como las ediciones de El Clavo y otros impresos con propuestas graficas novedosas. Tal vez lo más impactante de mi entrevista con Alfredo fue el escenario. Me recibió en la sede de El Espectador, donde trabajaba como diseñador y caricaturista. Atravesé la planta de producción hasta encontrarlo en una sala abierta, un espacio simple con una mesa y un sofá de esos de los ochenta. Allí dejó que intercambiamos palabras y me dio la oportunidad de indagar y de masticar lentamente ideas de esas que los creativos digieren sin problema pero que uno se las pasa sólo con un café expresso.

A Jaime quise entrevistarlo para El Clavo pero nunca lo encontré. Acudí a una cita en su estudio de grabación en Cenpro TV donde sólo logré cruzar unas tres palabritas en la entrada con la buenona Andrea Guzmán, y luego, dentro del estudio terminó su asistente convenciéndome de lo difícil que iba ser charlar con Jaime. Además me advirtió la astronómica suma que estaba cobrando por conferencia. Ya me había comentado alguien cercano a él, que Garzón andaba medio enredado haciendo unas gestiones humanitarias que lo tenían un poco apartado de sus proyectos en televisión, y hasta estaba siendo criticado y cuestionado por algunos, además de los peligros que eso le estaba representando. Sin embargo seguimos tratando de cuadrar la fecha para el evento que convocaría El Clavo en Cali teniéndolo a él como invitado especial.

Días después, ya en Cali, logré hablar con Jaime por teléfono. Lo pillé una vez a eso del medio día en el mismo estudio de Cenpro. En el fondo sólo se escuchaban carcajadas y pasó al teléfono riéndose y entre mamadera de gallo terminó por aceptar la invitación. Me confirmó el monto que cobraba por conferencia pero después de echarle el cuento acordamos que nosotros sólo nos encargaríamos de los gastos de viaje. De nuevo me dejó en tramites con su asistente, quien llevó a no feliz termino nuestra propuesta cuando me mencionó que "por sus condiciones de seguridad Jaime está viajando en avión privado", el cual debíamos pagar nosotros ya que nos íbamos a encargar del transporte. Eso, me imagino -sin querer decir que lo de su seguridad era cuento- constituía la forma más amable de torear tanta invitación a la que él no era capaz de decir directamente que no.

Meses después, hace cuatro años, ese 13 de agosto del 99, unos sicarios pagados por alguna de las organizaciones criminales de nuestro país, apagaron su chispa creadora y mandaron al papayo a un agudo crítico político que le mamaba gallo al país en serio. Sobre todo a los que merodean el círculo del poder, a quienes a través de sus personajes invitaba a "dejarse de huevonadas" y decirle la verdad a los colombianos. Jaime Garzón nos dejó un reto a quienes nos sonó su mensaje y su propuesta. Nos dejó el desafío de hacerle frente a las problemáticas sociales y de cuestionar a los políticos y los actores del conflicto a través de armas tan poderosas como el humor y la creatividad, que desnudan al enemigo pero no lo matan cobardemente para dejarlo sin palabras. Estaba convencido de que el dialogo sincero y frentero le serviría de chaleco antibalas. Su terquedad no le permitió dejar de soñar ni dejar de dar papaya. Pero una vez más, las maquinarias de la violencia prefirieron aniquilar a su interlocutor y seguir infundiendo ese mensaje de terror que le echa tierra a la posibilidad de discernir y construir.

¿Hasta cuándo?

agosto 06, 2003

Mi abuela y la visa

Sería muy difícil explicarle a mi hijo, si lo tuviera, porqué mi abuela, su bisabuela, no pudo venir a visitarnos.

– Pero papá, si está ahí no más en Nueva York, tu me dijiste que eso quedaba cerca…

Y sería muy difícil empezar a explicarle qué precisamente, está allá en otro país y que para cruzar de un país a otro necesita un permiso, una visa.

– Pero papá, ¿permiso de quién? Mi abue ya no está muy grandecita para pedir permiso?… porqué simplemente no viene y ya, sin pedirle permiso a nadie… dile que nadie la va a castigar por eso, además yo quiero verla y punto!

Y entonces la vaina se complica más. Cómo explicarle a los niños que en el mundo de los adultos (y de los viejos también aunque cada vez parezcan más niños), dónde termina un país y empieza otro tenemos una cosa llamada frontera, y qué en las fronteras hay autoridades de los gobiernos, y qué los gobiernos determinan quién puede y quién no puede pasar al otro lado.

- Pero papá, ¿cuáles fronteras?... si tu me dijiste que ella venía en avión… y yo no creo que los aviones se tengan que parar en el cielo para decirle a Dios o no sé que autoridades que tu te inventas, que vienen para acá, para mi casa…

Y entonces divagaría más diciéndole qué no, que la cosa no tiene nada que ver con
Dios, que el permiso ese, o la visa, se la piden es en el aeropuerto, y que las fronteras son conceptos políticos y qué la política internacional está por encima de las ganas que él tenga de ver a la abuela.

- Pero es que yo no entiendo todavía… qué tiene que ver eso de la política si eso es de la televisión… y eso de los aeropuertos, si eso es sólo para que la gente se monte a los aviones y para que puedan despegar… Además mi otra abuela, tu mamá, si vino la otra vez a visitarnos y no salió con ninguno de esos cuentos raros…

Y me tocaría entonces, con papeles de prueba en mano, contarle que es qué la gente que vive en diferentes países tiene diferentes pasaportes, y que dependiendo del pasaporte le piden diferentes requisitos para entrar a otro país. Y que la abuela Luz vive en un país rico y a la gente de ese país le dan un pasaporte con el que se puede ir a todas partes. Pero la abuela Ofelia vive en un país pobre donde la gente se pelea entre si, y por eso a la gente de ese país le dan un pasaporte con el que no puede ir a ninguna parte. Y correría el riesgo de que se me vinieran a la mente las justificaciones geopolíticas de los límites territoriales, y las razones socio-económicas por las que la gente en Colombia se pelea, y las justificaciones de seguridad poblacional de las leyes de inmigración de Canadá, y… Pero mi hijo, si lo tuviera, cuando me empezara a ver con esa mirada perdida en ideas abstractas y antes de que empezara a desvariar con tanta palabrería rara, me interrumpiría otra vez:

- Papá papá!, pero si tu me has dicho que Colombia es muy bonito… y que la gente que vive allá también es muy amable… porqué no les dan un paseporte o como se llame, igualito al de la otra gente y así tienen una cosa igualita pa´todo el mundo… no te parece más fácil?

Pero yo, dándome cuenta una vez más de la incapacidad de interceptar lenguajes y recordando que las cosas del corazón no se pueden explicar desde los sinsentidos de la razón humana; preferiría volver al lenguaje de los afectos y plantearle con un abrazo una salida más lenta pero menos complicada: “En las próximas vacaciones vamos a ver a tus abuelas”.

Y en últimas, el ´pelao´, si lo tuviera, terminaría poniendo cara de confusión y preferiría despedirse diciendo:

- No papá… yo no entiendo esas vainas… yo sólo quería ver a mi abue y ya, no era para que me salieras con todo ese poco de palabras raras que ni siquiera puedes explicar… yo mejor me voy a acostar y le voy a pedir a Diosito que me deje volar en los sueños, sin aviones ni gobiernos ni fronteras ni visas ni nada de eso; y ver a mi abue y ya. Eso no puede ser tan complicado…


abril 15, 2003

Hable con ella

SOBRE LA PELICULA HABLE CON ELLA
Almodóvar evidenciando soledades

"De la muerte emerge la vida"

HABLE CON ELLA no es una película sobre el amor, es una película sobre la soledad. El personaje principal es la soledad. Los personajes secundarios son las soledades. El tema es el eterno retorno a la soledad. Como un mítico ciclo donde aparecen y desaparecen el amor y el desamor, deslizando lentamente ese espacio permeable pero irrompible que llena la nostalgia y el dolor como representaciones simbólicas de la soledad.

Marco Zuluaga y Benigno Martínez lo confirman cuando se encuentran en la cárcel. La amistad actúa como remedio temporal contra la soledad, pero no la cura definitivamente. La nostalgia y el dolor, que tan bien caracterizan a Marco desde el comienzo de la película, ahora se adueñan del personaje de Benigno.

Almodóvar también plasma su sello personal en este trabajo. Cortas pero significativas frases y acciones cotidianas que en la escena parecen no significar mucho, crean y recrean cada vez la trama general de la película. Es evidente que esas pequeñas conversaciones y esos pequeños movimientos abarcan criticas profundas a la hipocresía de la sociedad, a los roles de quienes creen cuidar de la salud mental y física de los otros, a los medios de comunicación y a instituciones tan arraigadas como la iglesia y la familia.

La película invita a reflexionar sobre las mujeres y su papel en una relación. Su manera de comunicarse hasta cuando están en coma. Muestra la impotencia del hombre formado en una sociedad machista para entender el lenguaje y los juegos que la mujer le plantea. Explora nuevas formas de relacionarse desde la comunicación liderada por todos los sentidos. También plantea el desafío de la amistad entre los hombres, por encima de los miedos y defendiendo los lloriqueos que ayudan a cicatrizar heridas, porque los hombres también se quieren, también sufren, también lloran, también se comunican e incomunican en relaciones espontáneas y desprevenidas. Satiriza a los unos y a los otros, y le entrega a la sociedad el signo de interrogación después de la pregunta que desafía por igual al amor y la justicia, al amor y la moral, al amor y la muerte.

Hasta los inocuos personajes secundarios aportan inmensamente para ese conjunto integral del todo que es la película. Rosa lo corrobora con su enredado emocional con Benigno. La indecisión y angustia permanente del Niño de Valencia lo confirman. Rosa y El Niño también viven su soledad.

Hasta los colores de la película se mezclan entre la soledad y la pasión. Los tonos de las escenas categorizan las tramas secundarias del film para alinearlos con la estructura de la película toda. Como si todo fuera una sola pintura panorámica vista por múltiples ojos que se ahogan en ella.

Eso es HABLE CON ELLA, un rompecabezas de diálogos, colores, personajes, dramas, esperanzas, encuentros, miedos, decepciones, locuras, desafíos. Todos conducentes al mismo punto de partida y de llegada. HABLE CON ELLA es una película para ver dos veces, una con los sentidos y otra con la razón. Es una película de dualidades, de dúos, de parejas: Alicia y Lydia, tan cerca pero tan lejos. Marco y Benigno, conectados en el presente pero con historias polarizantes. Ángela -el eterno amor de Marco- y la mamá de Benigno, dos mujeres que influyen enormemente en los sentimientos del uno y el otro. Marco y Ángela. Marco y Lydia. Benigno y Alicia. Benigno y su madre. Almodóvar muestra en su mejor estilo la invitación que hace el mundo femenino a vivir desde la pasión y a expresarse desde el amor que brota por sus acciones del trabajo diario: la tauromaquia para Lydia, la danza para Alicia y Katerina Bilova, su compañera y recorrida profesora de Ballet; el amarillismo para la conserje del edificio de Benigno, las fobias para Ángela, la morbosidad para la periodista que entrevista a Lydia; y por que no, la enfermería para Benigno, quien desde su mundo representa todo un comportamiento desde la feminidad sin que esto signifique que sea un maricón.

Incluso el símbolo de la muerte como germinador de la vida esta presente en el interrogante del sentido existencial de los personajes. Lydia muere en silencio al lado de su amado verdugo, el Niño de Valencia. Benigno se fuga de la cárcel y de la vida para buscar más allá -a través de la muerte- lo que no pudo materializar en este mundo que no entendió su manera de amar. Y el bebé, esa criatura que nace de la pasividad de Alicia y de la intensidad de Benigno, se despide inmediatamente de la vida para revivir a su madre a un reencuentro con la existencia. Seguramente, a la vez, un reencuentro con el amor y a su vez con la soledad, ambos representados en los seres con los que sigue conectada: Marco Zuluaga y Katerina Bilova, quienes cierran la película con un último dialogo sobre la complejidad y la sencillez de las cosas.

Tal vez todo, incluyendo la película, es más sencillo de lo que uno cree -como asegura Marco-, aunque tal vez, como asegura Katerina: nada es sencillo.

marzo 14, 2003

De la inocencia de los niños y la ferocidad del invierno

Al otro día de haberme visto la película City of God, y como tres días después de haberme visto la película Gangs of New York, me fui a un campo de ski a disfrutar un poco de un día soleado en este feroz invierno canadiense. Ver a los niños siempre me produce felicidad, o al menos me produce, la mayoría de las veces, sonrisas en el rostro. Ese día, entre la multitud, se destacaban ellos: los niños que corrían y gritaban dentro de la cabaña, qué emocionadamente contaban a sus padres las piruetas que habían logrado en lo alto de la colina con sus skies o sus snowboards. Afuera se les veía llenos de chaquetas, cubiertos hasta la coronilla, deslizándose por la nieve tal vez disfrutando tanto como nosotros (los del trópico) disfrutábamos corriendo detrás de un balón de fútbol en el parque de la esquina. Eran niños bonitos, alentados, saludables; como los de los comerciales de televisión de aquí y de todo el mundo. La mayoría de chaquetas y ropajes contra el frío son coloridos. Todo parecía como un carnaval.

Pero las imágenes de los niños en las favelas de Rio de Janeiro seguían dando vueltas en mi cabeza. Y se mezclaban con las imágenes de los niños durmiendo bajo los puentes de las ciudades latinoamericanas, con la imagen de aquel niño llorando en el andén un domingo a las once de la noche en el semáforo donde uno cruza de Unicentro a Ciudad Jardín. Ahora recuerdo que ver los niños no sólo me ha producido felicidad, o al menos, en muchas ocasiones, también ha producido lágrimas en mi rostro y dolores de impotencia en mis entrañas.

Muchas imágenes de niños se quedan para siempre en la memoria. Por ejemplo la del pichón aprendiz de brujo en el Amazonas jugando con piedritas a la orilla del río, seguramente viendo cosas de la naturaleza que nuestra adultez no nos permite ver. O la del negrito jugando a ser pescador con su balsita de palo en las orillas del Pacifico chocoano. O la de la niña, destapando sus regalos frente a un árbol de navidad cuando el reloj marcó las doce, pero antes ya le había entregado primero el regalo a su papá.

Estoy seguro que los niños siempre le guardan espacio a la sonrisa, a la imaginación. Pero lamentablemente, millones de niños y niñas en este mundo, aunque logremos sacarle fácilmente una sonrisa y despertarles fácilmente la imaginación, están condenados a crecer en condiciones precarias, injustamente excluidos de los privilegios de la salud, la buena alimentación, la vivienda, la educación y un desarrollo digno.

En el mundo hay niños muriéndose de hambre o de los maltratos de sus familiares. Niños jugando a la guerra con armas de verdad. Niños envueltos en guerras creadas por la incapacidad de los adultos para resolver conflictos sin darse bala, o por la incapacidad de nuestra raza de administrar y distribuir equitativamente las riquezas de la naturaleza. Niños que se alimentan día a día con rabia y con rencor; muestras de generaciones futuras que difícilmente optarán por el amor y el cariño que tanto se les ha negado. Niños con heridas tan hondas como tan difíciles de sanar. Niños en medio del hambre y la pobreza globalizada aunque en su televisor importado puedan ver no sólo a Micky Mouse si no también a otros niños comiendo Big Mac.

Muchos de estos niños que enfrentan el peso de la injusticia social cuando aun lo único que conservan es su linda inocencia, reciben como herencia odios, venganzas y peleas cazadas. Y muchos, también, reciben como herencia una gran carga de avaricia y ambición.

En los niños pensaba aquel sábado de invierno, entre el colorido del carnaval en la loma nevada.

Definitivamente hay cosas que le ayudan a uno a soportar la ferocidad de un invierno como éste. Cosas como el resplandor sobre la nieve en las noches de luna llena o los días soleados en campos de fortuna. Cosas como las travesuras inocentes de los niños o las carcajadas con los amigos en un café o un bar. Pero sobre todo, cosas como la sonrisa de aquella trigueña que me acompañaba esa tarde en la colina.

marzo 07, 2003

Lo cotidiano es política

JUVENTUDES, GUERRAS Y POBREZAS

Hace un par de años, cuando aún se sentía en el ambiente que se le apostaba a la paz y no a la guerra, llegábamos a la conclusión en un espacio estudiantil de reflexión frente al conflicto colombiano, que uno de los caminos de salida a la desesperanza era la politización de la sociedad civil. Obviamente que para resumir la botada de corriente de tantos soñadores jóvenes y artistas presentes en una frase tan etérea como esa, necesitamos de la ayuda de la capacidad de síntesis de algún politólogo camuflado en el evento.

Pero ¿qué diablos es eso de politizar la sociedad civil? La respuesta puede ser muy peluda y arriesgada. Por eso en estos medios propiciamos más preguntas que respuestas, las respuestas las construimos día a día. Y por ahí va la cosa, en el día a día, decíamos en otra botada de corriente, es que se construyen las identidades y los pilares de la sociedad y la cultura. En resumidas cuentas, una sociedad actuaría políticamente cuándo su cotidianidad sea parte de su acción política, o viceversa, que puede ser lo mismo.

Y entonces, ¿Cuál es la diferencia entre sociedad política y sociedad civil? ¡Pues ninguna! O al menos así debería ser. Pero en nuestros actuales sistemas (mal llamados) democráticos la sociedad política se ve por allá arriba bien lejos administrando el status quo para mantener la distancia con los que se ven por allá abajo bien lejos. Y la brecha se agiganta gracias a la linda (esta si cotidiana) definición de que la política es la defensa de intereses. ¿Los intereses de quiénes? Los intereses de quienes administran las estructuras actuales de poder. Pero, ¿qué interés puede ser más grande que el de la entera comunidad, qué el de la gente misma?

Las expresiones y símbolos de la juventud son, sin que tenga que ser explicito en los imaginarios ciudadanos, parte de la construcción de una cultura política que necesita de mucha cocción, de mucho fuego interno, de mucha adrenalina, para que en algún momento de nuestra historia futura (ojalá con más dialogo y poesía que sangre) aparezca una generación post-conflicto capaz de gobernarse a sí misma. Donde las representaciones y las delegaciones propias de nuestra excluyente democracia se desvanezcan y den paso a expresiones nuevas de participación comunitaria, donde las estructuras de vida (sociales, políticas y económicas) se construyan y se administren no para el bien común, si no desde el bien común.

Mientras tanto, la juventud sigue en su búsqueda de los límites de la libertad, entre ilusiones y las desilusiones, sueños y las pesadillas, fidelidades e infidelidades. Mientras tanto, la actual sociedad política nos sigue administrando las guerras y pobrezas.

enero 30, 2003

Al Pacino, Nueva York y los niños

Nueva York es una ciudad impresionante. Cuando uno se baja del metro subterráneo en cualquier estación de Manhattan y sube las gradas para salir a la ciudad, la mirada se pierde entre los rascacielos y luego entre las multitudes de todos los colores, de todos los olores, de todos los idiomas. Es una ciudad que anda a unos ritmos que uno nunca vuelve a sentir. Nunca para, nunca se tranquiliza. Es la eternidad del desespero que no desespera, que pasó el límite y se quedó placidamente desesperada. Sólo se podría paralizar en una película de Al Pacino, donde el hijo del diablo camina sobre Broadway en busca de su desafío final.

Ver a Manhattan desolado y dormido, donde sólo se siente el viento, es posible únicamente con la magia del cine. Es escenificar la soledad al cuadrado.

En City Hall, Al Pacino es el alcalde de Nueva York. Y el discurso de turno lo da frente al ataúd de un niño de 6 años que cae tras una bala perdida de dos traquetos neuyorquinos que se matan entre sí. Uno se pregunta cuántos niños de 6 años no han caído entre las balas de los traquetos colombianos, de los paramilitares colombianos, de los guerrilleros colombianos, de los soldados colombianos. Y uno dice, a cuántos entierros de niños colombianos no han asistido los alcaldes, gobernadores y presidentes de nuestro país.

Pero Al Pacino, en medio de la silenciosa tristeza de la iglesia, se despeluca en otro de sus intensos discursos, reclamando una ciudad por lo menos vivible, "¿será mucho pedir?" dice. "¿Estoy pidiendo demasiado?".

"Esta es una ciudad terrible para ser un niño" le dice luego a su joven y soñador asistente, quien apenas está empezando a saborear las lágrimas y la sangre de la política.

Y uno se sigue preguntando, ¿no es mi tierra un lugar terrible para ser niño? ¿No es terrible nacer entre las balas y entre los caminos sin rumbo de pueblo en pueblo? O acaso no será también terrible crecer en un patio público de una ciudad desconocida en medio de las muñecas y los carritos regalados en navidad por ONGs de beneficencia. O jugar dentro de casas de cartón (pero no de juguete) frente a un televisor que muestra las Barbies y los Kens. ¿Acaso no es terrible la pobreza y el hambre de los niños de 6 años de Africa y Latinoamerica? A esos también los están matando las balas perdidas.

Pero uno sigue divirtiéndose viendo cine. Y Al Pacino siempre tendrá un mejor discurso que regalarnos. Y Nueva York siempre estará llena de gente y de soledades. Y los policías seguirán buscando a los traquetos mientras los abogados seguirán buscando al diablo.

enero 22, 2003

La Coca y el Yagé

En el Putumayo y la bota caucana; tierra de los inganos, los kamsá, los kofán, los siona, pero también en las últimas décadas tierra de los “traquetos”, las guerrillas y los paramilitares; a los Taitas curanderos se les dificulta últimamente conseguir, en medio de la selva, el Remedio, como ellos le dicen al Yagé, “el bejuco del alma”.

- El Remedio está escaso…
- ¿y porqué Taita?
- Eso ya está muy peligroso pa´andar…

Eran tierras del Yagé, pero también, en las últimas décadas, tierras de la coca y de lo que la producción ilegal de cocaína trae con ello: el dinero en abundancia. Y el billete trae nuevas leyes, inseguridad, nuevas formas de poder, armas, prostitución, negocios sucios, muertes, venganzas, ambiciones y decepciones.

Ir a raspar coca al bajo Putumayo, en medio de todos sus peligros, era una buena opción para los hijos y los nietos de los Taitas del alto Putumayo, pero también para los campesinos (con sus hijos y nietos) del Cauca y del Huila, los que no habían todavía optado por la lucha de supervivencia en la ciudad o por la lucha armada que no entienden en las filas de la guerrilla, los paramilitares o el ejercito.

Yo no sé si las etnias del Putumayo usan la hoja de coca para algo, pero que no “quede ni una hoja de coca en el Putumayo” para mi no significa ganancia alguna, y mucho menos si vemos el problema con la óptica de los “resultados de gestión” al corto plazo minimizándolo a número de hectáreas erradicadas. ¡Ojalá se solucionara así el problemita! Pero es qué el problema no es la hoja de coca sino el dinero que deja su negro negocio. Las “malditas” no son las hojas de coca si no los billetes de dólar en que se convierten (y no por arte de magia).

¿O es que vamos a creer ingenuamente que fumigando las otras 7100 hectáreas sembradas de coca en el Putumayo le estamos dando duro y a la cabeza al negocio del narcotráfico?

¿O es que vamos a creer ingenuamente que vamos a poner a competir los ingresos de los campesinos que dependen de la coca y la amapola con ingresos de cultivos de palmito, cacao, frutas y demás tubérculos y raíces?

¿O es que vamos a creer ingenuamente que mientras se fumigan miles de hectáreas en un lado no se siembran miles de hectáreas en otros lados, bien sea en otro departamento o en las selvas de Ecuador o Perú? (Y esto también lo han demostrado informes periodísticos y oficiales durante la larga y fallida estrategia de erradicación de cultivos ilícitos en las últimas décadas).

Pañitos de agua tibia, y a veces hasta de agua helada que ponen a sufrir más al paciente…