Sería muy difícil explicarle a mi hijo, si lo tuviera, porqué mi abuela, su bisabuela, no pudo venir a visitarnos.
– Pero papá, si está ahí no más en Nueva York, tu me dijiste que eso quedaba cerca…
Y sería muy difícil empezar a explicarle qué precisamente, está allá en otro país y que para cruzar de un país a otro necesita un permiso, una visa.
– Pero papá, ¿permiso de quién? Mi abue ya no está muy grandecita para pedir permiso?… porqué simplemente no viene y ya, sin pedirle permiso a nadie… dile que nadie la va a castigar por eso, además yo quiero verla y punto!
Y entonces la vaina se complica más. Cómo explicarle a los niños que en el mundo de los adultos (y de los viejos también aunque cada vez parezcan más niños), dónde termina un país y empieza otro tenemos una cosa llamada frontera, y qué en las fronteras hay autoridades de los gobiernos, y qué los gobiernos determinan quién puede y quién no puede pasar al otro lado.
- Pero papá, ¿cuáles fronteras?... si tu me dijiste que ella venía en avión… y yo no creo que los aviones se tengan que parar en el cielo para decirle a Dios o no sé que autoridades que tu te inventas, que vienen para acá, para mi casa…
Y entonces divagaría más diciéndole qué no, que la cosa no tiene nada que ver con
Dios, que el permiso ese, o la visa, se la piden es en el aeropuerto, y que las fronteras son conceptos políticos y qué la política internacional está por encima de las ganas que él tenga de ver a la abuela.
- Pero es que yo no entiendo todavía… qué tiene que ver eso de la política si eso es de la televisión… y eso de los aeropuertos, si eso es sólo para que la gente se monte a los aviones y para que puedan despegar… Además mi otra abuela, tu mamá, si vino la otra vez a visitarnos y no salió con ninguno de esos cuentos raros…
Y me tocaría entonces, con papeles de prueba en mano, contarle que es qué la gente que vive en diferentes países tiene diferentes pasaportes, y que dependiendo del pasaporte le piden diferentes requisitos para entrar a otro país. Y que la abuela Luz vive en un país rico y a la gente de ese país le dan un pasaporte con el que se puede ir a todas partes. Pero la abuela Ofelia vive en un país pobre donde la gente se pelea entre si, y por eso a la gente de ese país le dan un pasaporte con el que no puede ir a ninguna parte. Y correría el riesgo de que se me vinieran a la mente las justificaciones geopolíticas de los límites territoriales, y las razones socio-económicas por las que la gente en Colombia se pelea, y las justificaciones de seguridad poblacional de las leyes de inmigración de Canadá, y… Pero mi hijo, si lo tuviera, cuando me empezara a ver con esa mirada perdida en ideas abstractas y antes de que empezara a desvariar con tanta palabrería rara, me interrumpiría otra vez:
- Papá papá!, pero si tu me has dicho que Colombia es muy bonito… y que la gente que vive allá también es muy amable… porqué no les dan un paseporte o como se llame, igualito al de la otra gente y así tienen una cosa igualita pa´todo el mundo… no te parece más fácil?
Pero yo, dándome cuenta una vez más de la incapacidad de interceptar lenguajes y recordando que las cosas del corazón no se pueden explicar desde los sinsentidos de la razón humana; preferiría volver al lenguaje de los afectos y plantearle con un abrazo una salida más lenta pero menos complicada: “En las próximas vacaciones vamos a ver a tus abuelas”.
Y en últimas, el ´pelao´, si lo tuviera, terminaría poniendo cara de confusión y preferiría despedirse diciendo:
- No papá… yo no entiendo esas vainas… yo sólo quería ver a mi abue y ya, no era para que me salieras con todo ese poco de palabras raras que ni siquiera puedes explicar… yo mejor me voy a acostar y le voy a pedir a Diosito que me deje volar en los sueños, sin aviones ni gobiernos ni fronteras ni visas ni nada de eso; y ver a mi abue y ya. Eso no puede ser tan complicado…
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