LA PREMIERE EN OTTAWA DE LA PELÍCULA SOBRE EL CHÉ
Los canadienses dejaron la sala vuelta mierda, como si lo que se hubiera terminado fuera una fiesta infantil. Y no exagero porqué me tocó ver todas las filas cuando caminaba hacia la salida del teatro, pues estaba tan lleno que terminé en la primera fila, y al ala derecha para colmo de males. A eso de las nueve y treinta, diez minutos tarde como cosa no habitual en el ByTowne Cinema, el primer teatro independiente en la ciudad, salió al frente un empleado del teatro, al ala izquierda, y alzó la voz. Algunos pensaron que iba a hacer una apasionada introducción a la película, felicitar a la gente por asistir a este importante testimonio histórico de la revolución; pero no, fue directo y al grano para pedir que se desocuparan de sacos y bolsos los poquitos y aislados asientos libres y lograr acomodar a los que siempre llegan a última hora. Hubo menos cortos que de costumbre y los ruidos de las bolsas plásticas de Chitos y caramelos se silenciaron más rápido que en la premiere de El Señor de los Anillos. Al final, hubo aplausos.
La película no es tan buena aunque es valiosa históricamente por tratarse del diario de Ernesto Guevara y no del diario de Jean Pierre Moreau, Josh Jackson o Peter Velásquez, quienes han contado sus increíbles historias recorriendo el continente de norte a sur, de polo a polo. Además tiene el valor agregado de ser protagonizada por el “papito” del momento del cine iberoamericano, Gael García (Amores perros, Y tu mamá también, El crimen del padre Amaro, La mala educación). El director brasilero, Walter Salles, también goza de buena reputación en el cine actual, sobre todo después de ser co-productor de Cidade de Deus. Algunas escenas tienen una fotografía admirable, digna del diverso relieve suramericano; y otras, sobre todo, traen emotivos momentos que tocan la sensibilidad social de los espectadores. Quienes de seguro este fin de semana en Ottawa comprarán artesanías Fair Trade y pedirán en Starbucks un café centroamericano que represente justicia y solidaridad con “el oprimido y pobre pueblo del sur”. Tal vez los funcionarios el lunes firmen un cheque de caridad a una Ong, y los estudiantes le hagan preguntas a su profesor sobre la relación entre García Márquez y Fidel Castro para luego pasar por Chapters y comprar Living to tell the tale. “Porqué esa pobre gente necesita mucha ayuda”.
Es cierto que la figura del Ché sigue siendo tan popular como enigmática y el filme regala al espectador elementos para seguir atando los cabos de su entrega incondicional a la lucha revolucionaria no sólo en America Latina sino también en el Congo; tal vez porqué, como lo expresa en la película, es la raza humana la que lo conmueve, son las injusticias contra los seres humanos las que lo impulsan a la lucha por el cambio. Las imágenes muestran el Ché observador, pensativo, introspectivo. Hacen mucho énfasis en el manejo de la verdad, en la frentera y directa honestidad de un joven de 24 años con corazón de niño y alma de viejo. Igualmente destaca el sentido de amistad entre los dos personajes, donde Alberto Granados juega un importante papel desde su inocua y folclórica desfachatez, y su franco y permanente dialogo con su amigo de aventuras. Dicen que a Granados le gustó la película, lo cual le da cierta vía libre para ir al teatro a esos viejos cheístas que se indignan de que el Ché se codee con películas de Hollywood. Pero, ¿Cómo no le va a gustar una película sobre él a un nostálgico viejo de 81 años?
De todas maneras los 750 canadienses que asistieron ayer a la tardía premiere de The Motorcycle Diaries en Ottawa, comieron crispetas con Coca-Cola, simbolizando una vez más la tremenda lejanía que existe entre la mirada norteamericana y la perpetua soledad de la realidad suramericana. Los vasos desechables destruidos, los arrugados paquetes plásticos y los restos de palomitas de maíz desaparecerán en pocas horas del suelo del teatro. Sobre el Ché y América del Sur se escribirán más artículos y libros, se harán más películas. El espectáculo continuará.