Desde que vivo en un país con estaciones he querido encontrar porqué hay tantas referencias al mes de abril, en citas históricas importantes como en citas ficticias entre cuenteros y poetas, de esos callejeros, de bar de esquina. Incluso me sorprendía que cantautores caribeños y tropicales le dedicaran prioridad entre los meses, le dieran como cierto privilegio.
Debo reconocer que sólo acá, en el Norte, entendí porqué las metáforas las hacían con ideas de nacimiento, de resurrección, de fecundidad. Pero eso me llevaba a una nueva diferencia conceptual, con las ideas del otoño representando la muerte, la caída, el final. Yo lo percibo un poco diferente: el otoño es tan sólo el preámbulo de la muerte, es la antesala. La muerte misma es el invierno. Ahí si es donde la vida escasea, donde los colores se esconden. Y de después llega la primavera, la apertura, la frescura, la vida misma. Y es abril.
Pero en lo que al Sur se refiere y en lo que mi memoria me lo permite, y tal vez sea por mi no muy madura edad, mi percepción de la vida era muy similar en cualquiera de los meses del año, en cualquiera que fuera la temporada.
Sin embargo las contradicciones insisten. El año pasado mientras recibía la primavera allá abajo donde ella no existe, en el Trópico; les dio por resucitar a las más marchitas flores y se entrelazaron arco iris en los cielos. Y conocí abril. Sólo hasta entonces, a pesar de mí edad ya un poco más madura.
Y ahora lo busco. Lo espero. Y ya viene…