El concierto "Solo le pido a Dios..." celebrado el 22 de octubre en Cali, es un ejemplo digno de todo lo que pasa en nuestro país. Cabral, Cepeda, Gieco, Heredia, Feliu y Cortéz nos deleitaron con su talento y sus hermosas letras y melodías.
Sin embargo, los empresarios y organizadores de eventos en Colombia no respetan al público; ni nosotros, el público, exigimos respeto. El coliseo abrió sus puertas alrededor de las 7:30pm mientras las boletas y la publicidad indicaban las 7pm como hora de inicio del evento. De esta manera no solo se escuchaba el conocido "compro boleta que sobre" sino también el "tengo puesto adelante, no tiene que hacer cola, cuantos son?". Empezó después de una hora más de espera, mientras terminaban de cuadrar sonido y tarima.
Afortunadamente la tarima no se cayó, pero el sonido no fue generoso con los instrumentos ni la voz de los artistas, a quienes nos tocó tratar de leerles los labios. Los vendedores de bebidas (había hasta venta ilegal de aguardiente) y comestibles tratando de hacer su agosto con precios exagerados a razón de que "es que el impuesto es altísimo", no solo en los corredores externos sino durante todo el concierto pasando de fila en fila con sus gritos acostumbrados.
Al final los artistas se despidieron con su gran carisma, pero nunca se supo que pasó con Milanés y Guarany, a quienes también anunciaban tanto en la publicidad como en las boletas. Y el público?, como siempre, feliz!. Feliz de hacer colas, de pelear con revendedores, de sacar a los coleados, de pagar sobreprecios, de las peloteras en la entrada, de esperar horas y horas, de no escuchar bien, de que le digan mentiras, de la desorganización de los eventos, de recibir un servicio diferente al que pagó...
Con las acostumbradas ironías de nuestro país, no es curioso que hoy 23 de octubre, la foto del concierto es parte de la portada de los principales periódicos de Colombia. Este concierto es solo un ejemplo más de lo que pasa a diario con el servicio al cliente tanto en la administración pública como en la privada. Es cuestión de respeto, valor que no existe de parte de quienes prestan servicios o venden productos; ni lo exigimos quienes accedemos a ellos como clientes o usuarios. Respeto por nuestro tiempo, nuestra tranquilidad, nuestras expectativas, nuestros esfuerzos, nuestras inversiones, nuestros derechos como consumidores, nuestros sueños. El irrespeto es familiar del egoísmo y la intolerancia, y todos ellos son generadores de violencia. Sin embargo, todos cantamos felices "Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente" y seguimos convencidos que son otros los que nos van a entregar la paz en Colombia.
Cali, 13 de octubre de 1999
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