Desde hace un par de años he escuchado mucha gente preocupada por el éxodo de profesionales colombianos. Francamente no le veo muchas razones a dicha preocupación. Lo verdaderamente preocupante son los profesionales colombianos en su conjunto, más que si vayan o se quedan.
El problema radica en que en Colombia tenemos profesionales sin sensibilidad social y sin sentido político. De esto se deriva lo que es peor: tenemos profesionales que no conocen la realidad del país donde viven. Más allá de saber que es un país inseguro y con desempleo (por eso se van) no han tenido la oportunidad (o no han querido) entender las causas del conflicto.
Es completamente válido que un joven profesional de 25 años esté preocupado por su calidad de vida, "que quiera un carrito bacano para salir con una hembrita, enamorarse y luego poder pagar el estudio de sus hijos", como me respondía un amigo hace poco. Eso no debe porqué tener nada de reprochable. Y si una vía para conseguirlo es salir del país, no le veo discusión. Emigrar y hacer su vida en un país extranjero es una opción, es una opción valida aquí y en cualquier parte del mundo. Lograr una estabilidad social y económica puede ser fuente de felicidad para muchos; y cada persona feliz, cada hogar feliz en el mundo es de por sí ya una ganancia para la sociedad. Si hay profesionales colombianos que pueden conseguir un buen empleo y solucionar sus problemas en el exterior, bienvenido sea su éxodo y su éxito. Que se vayan del país, que paguen impuestos por allá y que gocen de las garantías y la seguridad social que les ofrece un país desarrollado.
Ahora bien, dirían los preocupados: "pero es que esos son los profesionales que el país necesita para sacarlo adelante". Como quien dice, los únicos profesionales que se van son los buenos y los que se quedan son los malos. No lo creo. De igual y mejor calidad son los profesionales que se quedan en Colombia y que siguen trabajando como empleados o como independientes. No tenemos tan pocos profesionales como para que se nos vayan todos, ni el exterior necesita tantos profesionales como para llevárselos todos. Así que salir del país es una decisión personal, es una opción que cada cual toma de acuerdo a sus capacidades y sus oportunidades.
Además, para qué queremos en Colombia personas que viven añorando estar en el exterior, qué viven haciendo lo posible por tener un estilo de vida primermundista en un país subdesarrollado, qué sólo piensan en los dólares que pueden acumular para sus viajes al extranjero. Ese tipo de colombianos más pueden hacer por el país afuera que adentro. Y allí es donde está la verdadera preocupación, los profesionales en Colombia no saben en que país viven y de esa manera sus esfuerzos poco contribuyen a la crisis del país. Si los que se quedan, por buenos profesionales que sean, se quedan ejerciendo sus labores sin ningún contexto social y político tampoco le hacen bien al país. Así que en este caso, lo preocupante no sería sólo el éxodo sino la permanencia de los profesionales en Colombia.
Lo reprochable entonces no es que se vayan. Lo reprochable es que se queden pensando que viven en el país de las maravillas. Los colombianos debemos entender que nacimos en un país conflictivo y con graves problemas sociales y políticos que han desencadenado un terrible conflicto armado. Y a los que se queden viviendo en el país hay que exigirles que actúen consecuentemente con esto. Pero obviamente que no se puede exigir de lo que no se tiene. La educación en Colombia no forma ciudadanos contextualizados, sólo capacita (sin entrar a discutir si lo hace bien o mal) personas para que se ganen la vida.
Es decir, repito, que el problema no es el éxodo de profesionales sino la actitud de los profesionales que se quedan. Y esto si es bien difícil de solucionar porque es, además, cada día un agravante más de la guerra y una barrera más para la transformación del país.
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