enero 01, 2001

Desde el olvidado Chocó, Colombia

Saludo de comienzos de 2001

Afortunadamente las tarjetas ya no llegan en papel, aunque (la mayoría) las reciba cuando ya no es Navidad, pues por esa época huyo del olor a compras. Mi buzón de correo-e (inbox) las acumula al lado de los si frescos saludos de año nuevo.

Esta vez escapé a la costa pacifica, a la zona de Bahía Solano (Ciudad Mutis), El Valle y la Ensenada de Utría, en el olvidado departamento del Chocó.

Las bellezas y sorpresas de la naturaleza nos recuerdan que la vida seguirá siendo un misterio que el hombre no ha podido entender ni entenderá. El mundo marino es tan colorido e impactante como la fauna y flora de esta húmeda zona tropical rica en biodiversidad. La zona es todo un espectáculo natural.

Los "paisas" que se enamoraron de esa tierra y se quedaron, dicen que por allá todavía se respira tranquilidad, que no ha llegado la guerrilla ni (por consecuencia) los paramilitares. Lo curioso es que en Bahía hay una base militar y el muelle lo frecuentan botes de la Armada Nacional.

Los indígenas Embera bajan con frecuencia de sus comunidades de orillas de río en la serranía del Baudó para intercambiar sus escasos recursos agrícolas en los pueblos de negros pesqueros apegados a la costa. El cruce de culturas tiene limites como lo tiene el cruce de aguas dulces con saladas.

El olvido y la miseria son fácilmente perceptibles en esta zona donde los negros y los indios nos recuerdan que hacen parte de un país que no conocemos. Que viven (o sobreviven) de acuerdo a cosmovisiones que no entendemos y que mucho menos respetamos. Ellos conviven con fuerzas naturales y exóticas especies que nos muestran cada vez más claro lo que nuestros ojos occidentalizados no pueden ver: Que la lógica política, económica y social a la que le hemos creído, nos lleva a cada vez más guerra, infelicidad y destrucción.

Sin embargo esas mismas fuerzas de la vida también nos invitan a reconstruir, a invocar a la esperanza y a seguir trabajando por calidades de vida más dignas y armoniosas.

El reto es cada vez más grande y mi saludo de nuevo año es una invitación a dejarnos llevar por caminos de vida y no de destrucción, a dejarnos invadir por la sensibilidad para convivir y respetar al otro. A que no dejemos de soñar. Y a que pongamos a esos sueños ropa de trabajo.

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