septiembre 19, 2010

Más sobre la Conferencia de Oslo

Me quedó sonando lo de Oslo (www.osloconference2010.org), eso de que el FMI convocara conjuntamente con la OIT a una conferencia sobre temas económicos y sociales. Cosas raras que traen las crisis. Hasta el agua y el aceite se unen para no perder la esperanza. Tuvo en realidad poco eco, menos del que se esperaría para un evento de temas tan importantes y con personajes tan decisorios. Tuvo más eco en Europa y esperemos que lo que ahí se dijo se siga difundiendo y debatiendo. Hay varias cosas que llaman la atención. Comento algunas para la reflexión:
  • El agua y el aceite. Me imagino a los extremistas del sindicalismo trasnochado tildando de traidor a Juan Somavia, Director General de la OIT, por haberse “vendido” a los intereses del monstruo, el FMI. Es cierto, hay que analizar las consecuencias monstruosas de las recomendaciones del FMI en muchos países para entender que se merece el calificativo. Pero que el monstruo empiece a hablar de “la paz y la cohesión social”, de “pobreza y situaciones vulnerables”, de “las penurias de los trabajadores”, del “panorama desigual”, del “costo humano” (¡!); amerita sentarlo en la mesa. Más cuando sabemos que el monstruo tiene la sartén por el mango. Claro, no nos podemos hacer ilusiones, no somos tan ingenuos, pero algo bueno podría salir, o por lo menos empezar a cocinarse de la “urgente” desesperación del FMI por mantener la estabilidad económica del planeta y de sentarse a dialogar de eso con la OIT. Cabe recordar que es la primera vez en la historia que estos dos organismos organizan una reunión pública en conjunto, es sabido que la compatibilidad no es su activo común, tal como reconoce Dominique Strauss-Kahn (IMF Managing Director): “it is no secret that we have not always seen eye to eye”.
  • Que desde la OIT se diga que “Cuando el crecimiento no es justo, se torna insostenible” no nos causa mayor sorpresa. Sabemos que Somavia no exagera. Pero sí es sorprendente leer las declaraciones tanto del mismo Strauss-Kahn como de Olivier Blanchard, Economista en Jefe del FMI, tanto por su contenido social como por su tono alarmante; hasta podría uno pensar que es un poco exagerado, viniendo de quien vienen. Dice Blanchard, entre otras cosas: “Necesitamos crecimiento, pero necesitamos un crecimiento que incremente el empleo”… “Tenemos que actuar con rapidez antes de que el desempleo se transforme en un problema estructural”… “La prioridad más urgente no es la redistribución, sino una reducción del costo humano de la crisis”… Y las palabras de Strauss-Kahn parecen estar centradas en el miedo a perder la estabilidad, en que se nos desfonde la estructura. Entre otras cosas menciona que “el mercado laboral está en una situación desesperada”… que la “devastación” de la recesión económica “amenaza el sustento, la seguridad y la dignidad de millones de personas a lo largo del mundo” e invita al planeta a actuar en conjunto antes de que sea demasiado tarde.
  • Por otro lado, para acabar de completar la torta, el Primer Ministro de Grecia, Geroge Papandreou, dijo que “necesitamos humanizar la economía global”; mientras Zapatero, el presidente del gobierno español, sentenciaba: “La crisis del desempleo es la peor que el mundo está enfrentando en este momento” (…) “el futuro de millones de personas está en juego… el futuro de nuestro mundo -prosperidad y paz- está en juego”.
  • Con todo esto, podemos preguntarnos: ¿Qué es lo que en el fondo le preocupa al Fondo Monetario Internacional? ¿la tranquilidad de los desempleados? ¿los ingresos de la mayoría? ¿la calidad de vida de las familias? O no será que lo que les está preocupando es que la crisis económica, la del desempleo como principal consecuencia visible y palpable, llegue hasta niveles tan profundos que provoque un caos social. Los anarquistas deberían estar saboreando estas noticias, la desesperanza de quienes influyen la toma de decisiones en política económica global, puede dejar entrever que no es tan descabellado pensar en que podamos tocar fondo, en el derrumbe del sistema, en la terrible e impredecible situación en la que entraría el mundo si se nos cae la estructura monetaria que lo sostiene. Por eso, seguramente, los economistas del FMI están hablando de paz, de “pensar diferente”, de “las nuevas fuerzas económicas post-crisis”, de “juntos construir un mundo mejor”, de cohesión y protección social.
Cuando el río suena, piedras trae, dice mi abuelita.

septiembre 12, 2010

La rentabilidad de las empresas como herramienta social para generar (y proteger) empleos (I).

Un Fondo Social Pro Empleo

(IDEAS EN CONSTRUCCIÓN…)

Introducción

Curioso. Un día después de que publicara el texto original de esta nota, leí en algunos medios de comunicación las declaraciones de Dominique Strauss-Hahn, Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), y de Juan Somavia, Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sobre el grave problema del desempleo en el mundo. El marco era una conferencia internacional de alto nivel en Oslo, convocada por estos dos organismos y que buscaba proponer salidas a los retos del crecimiento, el empleo y la cohesión social.

Desde el FMI se califica la situación laboral mundial como "catastrófica" (ojo! es el FMI, no la Federación Sindical Mundial o Fidel Castro) y la OIT estima que en los próximos 10 años se necesitarán más de 440 millones de empleos adicionales para satisfacer las nuevas entradas al mercado laboral. Según cifras citadas en dicha conferencia, el desempleo afecta a más de 210 millones de personas en el mundo y se estima que desde la última crisis (2008) se han quedado sin empleo unas 30 millones de personas.

Dentro de las conclusiones dejan claro que la crisis no termina si no se reduce el desempleo, y proponen enfocar las soluciones económicas en políticas de enfocadas al empleo, el entrenamiento para el trabajo y protección social.

Rentabilidad y Empleo, una opción.

Sin entrar en “la enfermedad de las definiciones”, podemos relacionar la palabra rentabilidad con otras como utilidad, beneficio, ganancia, dividendos, lucro. Y si entrar en la rigurosidad conceptual de la naturaleza y misión de la empresa, podríamos decir sin mucho temor a equivocarnos que para la mayoría de los empresarios, el fin último (primordial, prioritario, indispensable) de la empresa es maximizar sus indicadores de rentabilidad, en otras palabras, obtener la mayor ganancia posible. De esta manera se asegura la continuidad de la empresa y la prosperidad económica de sus socios. Ahora, la rentabilidad es entendida como el resultado último de un ejercicio económico, el recurso económico que queda como beneficio para ser distribuido según las políticas de repartición de utilidades de cada empresa, que en realidad no son demasiado disímiles entre unas y otras.

Recuerdo una conferencia del economista Stéphan Schwab en Montreal (Québec) donde usaba el concepto de “la fourchette de rentabilité”, el rango de la rentabilidad. La charla se daba en el marco de una asamblea anual de empresas canadienses en el sector de la Economía Social y Solidaria, por lo que no espantaba a ningún accionista o empresario, quienes éramos en su mayoría a la vez propietarios y trabajadores. Para Stéphan, una empresa debería establecer un piso y un techo para la rentabilidad buscada, e identificar la estrategia que le permita mantenerse dentro de ese rango. El piso de dicho rango sería el límite inferior para asegurar la viabilidad financiera de la empresa, es decir que no ponga en riesgo su capitalización (la capacidad de mantenerse en el tiempo) ni su capacidad de cumplir con sus objetivos operativos. El techo sería aquel que no sobrepase lo necesario para cumplir con la satisfacción de las necesidades sociales y económicas de los miembros de la empresa (todos sus beneficiarios directos). Este límite superior es el que acota esta teoría en el campo de las empresas sociales y solidarias (que en su mayoría siguen conceptos cooperativistas), ya que dicho techo está estrechamente ligado con no sobrepasar los niveles de rentabilidad que interfieran en la diferenciación de la compañía como empresa social y no netamente capitalista (maximizar las utilidades de los accionistas privilegiando el capital sobre los aspectos humanos). En esto se queda corto el concepto de “la fourchette de rentabilité”, y nos deja espacio para llegar a niveles más generales de la actividad económica.

La propuesta

¿Cómo podría la rentabilidad de las empresas jugar un papel clave en la generación y protección de empleos dentro de la sociedad? Imaginémonos otro límite, un nivel máximo para la satisfacción y el disfrute de las utilidades de la empresa en todos sus sentidos (pago de impuestos, reinversión en la empresa, capitalización, inversión en proyectos sociales, justa distribución de ganancias entre los accionistas -socios, propietarios-). Todo lo que va más allá de dicho techo iría a un “fondo social pro empleo”. Dicho fondo estaría destinado a pagar salarios a empleos en riesgo o nuevos empleos en otras empresas que así lo requieran. Cabe decir que dichos empleos deberán cumplir con unos criterios y condiciones estudiadas que garanticen que serán empleos productivos, es decir que contribuirán al mejor desempeño de la empresa, por consiguiente, a la larga también al crecimiento de las utilidades mismas. Los recursos de dicho fondo no serían utilizados para abrir más empresas u apoyar nuevos proyectos de negocio, que es en lo que se basan muchas de las políticas de generación de empleo, si no para dinamizar e incrementar los flujos productivos y comerciales ya establecidos.

Esta herramienta, un “fondo social pro empleo”, sería una clara muestra de compromiso social del sector empresarial como parte de las estrategias para atacar uno de los mayores problemas que las economías actuales enfrentan: el desempleo. Se salvarían muchos empleos, se crearían otros, y esto contribuiría sustancialmente en la activación económica de muchas familias que se encuentran en la pobreza y en situaciones de exclusión y marginación.

(Continuará...)