marzo 16, 2007

Lo de Chiquita también es grave, muy grave.

El mismo día que el Ministro Santos (hoy segundo en mando del ejercito colombiano), condena el pago de dinero de la bananera Chiquita a los grupos armados y celebra la acción de la justicia estadounidense, se publica en El Tiempo (el diario de los Santos), que dicha compañía realizó esos pagos “a una Convivir que era fachada de los paramilitares”.

Recuerdo muy bien, porqué no lo escuché ni una ni dos veces, sino muchas; que el entonces candidato Álvaro Uribe (hoy jefe de Santos y del ejercito nacional), en su enérgica campaña para llegar a la comandancia de uno de los bandos de la guerra en Colombia decía; “Claro que cuando fui gobernador apoyé las Convivir en Antioquia, y si llegó a la presidencia las multiplicaría por mil”.

Cosas que pasan en Colombia.

Este mismo día, se conocen declaraciones del Fiscal General de la Nación (aunque no es noticia en El Tiempo) donde insinúa que la responsabilidad intelectual de los crímenes de los paramilitares (los confesados y los no confesados) recae en los políticos que los contrataron (los que están en la cárcel y los que anda sueltos y haciendo alta política).

Pero el primer mandatario de los colombianos no dice nada al respecto, está ocupado en su guerra, y sus declaraciones son de guerra, contra quien sea, contra quien se le atraviese. No sabe nada, nunca vio nada, o mejor, nunca responde nada al respecto, tal vez para él "eso no es algo serio".

Por eso es claro que el presidente Uribe y sus gatos son más peligrosos por lo que callan que por lo que dicen. Y eso que hablan demasiado para seguir callando.

En algo hay que atribuirle razón a las angustiosas preocupaciones de Piedad Córdoba: “… lo que está pasando en Colombia es muy grave, supremamente grave”.

Lo de Chiquita es un solo ejemplo de esa gravedad. No sólo porqué demuestra que las multinacionales privilegian sus intereses económicos sobre las vidas de miles de campesinos colombianos que han sido desplazados de esas zonas bananeras, sino también porqué quienes hasta ayer comíamos bananos y plátanos de Banacol (aquí en Canadá se consiguen fácilmente) no teníamos ni idea que estábamos copatrocinando, desde la distancia, los crímenes de los paramilitares. Y sin contar los que comen bananos de Chiquita, que aunque ya no está directamente en Colombia, sus cuestionamientos permanecen en varios países latinoamericanos.

La gente no se imagina que tan grave están las cosas en mi tierra. Es una lastima.

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Además: Valdría la pena saber que entidades están involucradas en “la compleja red financiera” que le permitió a Chiquita hacer sus pagos a Carlos Castaño.

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