Al diario El Tiempo, y sobre todo a la tradicional y conocida familia Santos, le va quedar muy difícil en el futuro enfrentar a la opinión pública cuando se les atribuya la participación en el alto gobierno de dos de sus figuras más visibles en un gobierno que pasó de ser visto como la salvación del país a revelarse como una de las más grandes estrategias políticas de manos criminales para tomarse el poder y beneficiarse de la política estatal y de gobierno.
Desde ya se notan algunos tire y aflojes editoriales que a veces hacen difícil definir la posición del periódico en la coyuntura política. Tal vez la realidad sea que no está tan definida tal posición, pues dentro del periódico; al igual que dentro de la familia Santos, podrían existir diferentes maneras de leer el desarrollo acelerado de la política colombiana y las acciones inesperadas y sorpresivas del gobierno de turno.
Lo cierto es que por el momento, mientras no se revele todo (o casi todo) y no se desmantele totalmente (o casi totalmente) la estratagema que dirige desde el poder ejecutivo el presidente Uribe, ambos están en su salsa y aprovechando de su cuarto de hora. Tanto la Casa Editorial El Tiempo como la familia Santos se ven, por el momento, favorecidos y engrandados: Por un lado, una actividad política tan movida significa tiempo de abundancia para el sector de la información y el análisis periodístico; y por el otro, tener un vicepresidente y un ministro de defensa es estar tan cerca del poder como nunca. Las dos cosas combinadas explican el éxtasis que se debe sentir por esos lares en el presente, pero también el horror y el escalofrío que se debe sentir al pensar en el futuro.
La historia (o la forma como se escriba la historia) nos lo contará.
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