octubre 09, 2004

Crispetas y Coca-Cola

LA PREMIERE EN OTTAWA DE LA PELÍCULA SOBRE EL CHÉ

Crispetas y Coca-Cola

Los canadienses dejaron la sala vuelta mierda, como si lo que se hubiera terminado fuera una fiesta infantil. Y no exagero porqué me tocó ver todas las filas cuando caminaba hacia la salida del teatro, pues estaba tan lleno que terminé en la primera fila, y al ala derecha para colmo de males. A eso de las nueve y treinta, diez minutos tarde como cosa no habitual en el ByTowne Cinema, el primer teatro independiente en la ciudad, salió al frente un empleado del teatro, al ala izquierda, y alzó la voz. Algunos pensaron que iba a hacer una apasionada introducción a la película, felicitar a la gente por asistir a este importante testimonio histórico de la revolución; pero no, fue directo y al grano para pedir que se desocuparan de sacos y bolsos los poquitos y aislados asientos libres y lograr acomodar a los que siempre llegan a última hora. Hubo menos cortos que de costumbre y los ruidos de las bolsas plásticas de Chitos y caramelos se silenciaron más rápido que en la premiere de El Señor de los Anillos. Al final, hubo aplausos.

La película no es tan buena aunque es valiosa históricamente por tratarse del diario de Ernesto Guevara y no del diario de Jean Pierre Moreau, Josh Jackson o Peter Velásquez, quienes han contado sus increíbles historias recorriendo el continente de norte a sur, de polo a polo. Además tiene el valor agregado de ser protagonizada por el “papito” del momento del cine iberoamericano, Gael García (Amores perros, Y tu mamá también, El crimen del padre Amaro, La mala educación). El director brasilero, Walter Salles, también goza de buena reputación en el cine actual, sobre todo después de ser co-productor de Cidade de Deus. Algunas escenas tienen una fotografía admirable, digna del diverso relieve suramericano; y otras, sobre todo, traen emotivos momentos que tocan la sensibilidad social de los espectadores. Quienes de seguro este fin de semana en Ottawa comprarán artesanías Fair Trade y pedirán en Starbucks un café centroamericano que represente justicia y solidaridad con “el oprimido y pobre pueblo del sur”. Tal vez los funcionarios el lunes firmen un cheque de caridad a una Ong, y los estudiantes le hagan preguntas a su profesor sobre la relación entre García Márquez y Fidel Castro para luego pasar por Chapters y comprar Living to tell the tale. “Porqué esa pobre gente necesita mucha ayuda”.

Es cierto que la figura del Ché sigue siendo tan popular como enigmática y el filme regala al espectador elementos para seguir atando los cabos de su entrega incondicional a la lucha revolucionaria no sólo en America Latina sino también en el Congo; tal vez porqué, como lo expresa en la película, es la raza humana la que lo conmueve, son las injusticias contra los seres humanos las que lo impulsan a la lucha por el cambio. Las imágenes muestran el Ché observador, pensativo, introspectivo. Hacen mucho énfasis en el manejo de la verdad, en la frentera y directa honestidad de un joven de 24 años con corazón de niño y alma de viejo. Igualmente destaca el sentido de amistad entre los dos personajes, donde Alberto Granados juega un importante papel desde su inocua y folclórica desfachatez, y su franco y permanente dialogo con su amigo de aventuras. Dicen que a Granados le gustó la película, lo cual le da cierta vía libre para ir al teatro a esos viejos cheístas que se indignan de que el Ché se codee con películas de Hollywood. Pero, ¿Cómo no le va a gustar una película sobre él a un nostálgico viejo de 81 años?

De todas maneras los 750 canadienses que asistieron ayer a la tardía premiere de The Motorcycle Diaries en Ottawa, comieron crispetas con Coca-Cola, simbolizando una vez más la tremenda lejanía que existe entre la mirada norteamericana y la perpetua soledad de la realidad suramericana. Los vasos desechables destruidos, los arrugados paquetes plásticos y los restos de palomitas de maíz desaparecerán en pocas horas del suelo del teatro. Sobre el Ché y América del Sur se escribirán más artículos y libros, se harán más películas. El espectáculo continuará.

abril 11, 2004

Ararat

Ararat es un monte volcánico entre Turquía y Armenia. Da nombre a una película canadiense que mezcla una cantidad de elementos provocadores.

A uno a veces le dicen que el mundo olvidó el genocidio de los gitanos. Aquí está Atom Egoyan para recordarnos el genocidio de los armenios.

La flexibilidad del creativo guión sirvió de marco para poder incrustar tantos temas en el film: las relaciones familiares modernas, el arte desde el exilio, el cine como memoria, lo académico forcejando con la debilidad de la historia y la incertidumbre de la verdad, el arte y el artista teorizados, las heridas emocionales heredadas de los desplazados por la guerra.

A mí particularmente también me llamaron la atención otros elementos que se me antojan muy canadienses: el arte extranjero, la marihuana, los temibles agentes de inmigración y de aduanas, los refugiados de cualquier violento conflicto de cualquier rincón del mundo.

A otros, tal vez de famas trasnochadas y melancólicas, les resultará emocionante encontrarse con la actuación del cantante francés Charles Aznavour; y no faltarán en la sala dos comentarios intergeneracionales: "uy, ¡como esta de viejo!" y "¿quién es ese viejito?"

Ararat fue una de las mejores películas que vi el año pasado.

diciembre 13, 2003

La relación entre la realidad y la ficción

Pedro Almodóvar cuenta como su madre, cuando le leía las cartas a sus vecinas, les leía no lo que decía la carta, sino todo lo que ellas querían escuchar. Las conocía bien a ellas y sus entornos.

Sospecho que para Almodóvar esa fue una gran lección, donde entendió la relación entre la realidad y la ficción.

noviembre 25, 2003

Días en Montreal

Este bar debería llamarse más bien Trescientos sesenta grados, le dijo Peter cuando recorrían el corredor circular del 737, en el piso cuarenta de un moderno edificio en el corazón de Montreal.

Esa noche, en un lugar donde un vaso de Habana Club con bastante hielo no sabe igual pero alegra el paladar, mientras la vista se pierde entre el espectacular desfilar de modos y modas juveniles que danzan entre el humo y los olores mezclados de los escondites nocturnos del invierno, se dio cuenta por primera vez que el lenguaje no era la única barrera para comunicarse con los otros que sentía tan lejanos.

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Su mirada era más profunda que nunca. Mas bien, su mirada era profunda por primera vez, tal vez no porque antes no lo fuera sino porque era la primera vez que el la advertía. Pero quizás la profundidad viene de la tremenda oscuridad que no había descubierto antes. Ni siquiera cuando la tuvo en sus brazos casi desnuda en medio de los calores de la tardía adolescencia.

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En el cuadro de Dalí que miraba con cautela encontró más rostros que mariposas. Al otro día, al despertar y antes de despedirse y dar las gracias por el hospedaje, volvió a ver el cuadro y esta vez encontró mas mariposas que rostros.

octubre 20, 2003

No hay derecho!

Antes estábamos cagados... pero ahora El Tiempo se nos vomitó encima.

Antes que nada quiero hacer la aclaración de que no tengo nada contra Juan Lozano, independientemente de diferencias y suspicacias con el ambiente político que lo está rodeando, creo que es un tipo serio y honesto. Ya desde hace varios años apreció más que su labor periodística su gestión a favor de la transparencia y la anticorrupción.

De alguna manera tengo mis afectos por Bogotá y me interesa conocer sobre su administración. Cuando vivía en Cali, Bogotá era para mi lo es Montreal ahora que vivo en Ottawa. Sin embargo, no es la campaña a la alcaldía misma la que me impulsa a escribir esta nota, si no el descarado editorial dominical de El Tiempo del 19 de octubre de 2003.

Qué por naturaleza todo periódico ejerce influencia política, claro. Qué de alguna manera el editorial representa esa posición política del periódico, claro. Pero que El Tiempo (el único diario de circulación nacional y la website mas leída por los colombianos en el exterior), en su editorial del domingo (el día de mayor tiraje), señale quien debe ser el alcalde de Bogotá (un accionista y ex empleado de esa empresa), definitivamente es una actitud deplorable.

Si esto sucediera en un país donde existieran tres o cuatro diarios fuertes, cada uno con diferentes posiciones políticas, pues vaya y venga. Pero en un país como Colombia, donde existe seméjate monopolio informativo, siente uno como si los poderosos que manejan los medios le dieran una cachetada en la cara y luego se sentaran a reír.

Seguramente Lozano no lo haría mal en la alcaldía, ese no es el problema. Pero ojalá, por el bien de el país, ganara Lucho y pudiéramos sacudirnos de esa cachetada y de todas esas barreras que los privilegiados le ponen a la democracia. Quien quede de alcalde es una decisión pública y no privada, como lo quieren quienes representan los intereses de la Casa Editorial El Tiempo.

Ahora, el texto del editorial es curioso por sí mismo. Primero le dicen a la gente que Lozano debe ser el alcalde y luego le echan flores a Lucho y el PDI. El que peca y reza, empata. Como si a ellos mismos les diera vergüenza de lo que estaban haciendo. Además hay lindas perlas en el texto. Por ejemplo, dice El Tiempo que la izquierda "tiene por delante fértil terreno social para avanzar en su búsqueda del poder político". ¡Mentiras! El mismo editorial lo demuestra. En otras palabras el mensaje que enviaron fue: vamos a hacer todo lo posible para que la izquierda no avance más en su búsqueda del poder político. También dice El Tiempo, cínicamente, que Garzón tendría una "precaria gobernabilidad". Y ellos saben porqué lo dicen, pues también lo demuestran con acciones como estas. Si a Lucho le ponen las barreras que le ponen como candidato, imagínense como alcalde.

Pero afortunadamente al editorial de El Tiempo le va a pasar lo que desafortunadamente le paso a la entrevista de Samper hace un par de semanas en el mismo periódico. Las frases de Samper a favor de Garzón solo beneficiaron a Lozano. Y ahora las frases de El Tiempo a favor de Lozano solo beneficiarán a Lucho. Así es, muchos de los aún indecisos desconfiarán de este descarado atropello e irrespeto de tratar de manipular su voto desde el poder de los medios. Estos votarán contra El Tiempo, es decir a favor de Garzón.

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Aparte: Me gustaría mucho saber que piensan Javier Darío Restrepo y Germán Rey sobre esta salida de El Tiempo.

octubre 05, 2003

Tango

Dice la revista Número en un reportaje que Enrique Santos Discépolo (máximo creador del tango, según la misma revista) definió el tango diciendo: "Es un pensamiento triste que se baila".

La penetrante y fija mirada de Mario Suárez lo confirma. Lo mismo que las imágenes en su cabeza, sus pensamientos, sus palabras.

La política se mete en todo. Hasta en el tango. Hasta en las películas sobre el tango. La historia siempre se quiere maquillar, "el pasado es un proyecto que se quiere abolir". Pero siempre vuelve, cómo dice la película que decía Borges.

Elena tiene 23 años. Su elegancia en el baile es tan fiel a su figura como su cara de angustia lo es a aquella escena de la obra. Mario si se enamoró de Elena. Ella no de Roca pero tampoco de Mario. Pero a éste lo siente, lo acompaña.

La música del tango es tan triste como su baile tan sensual. La melancolía contrasta con la elegancia y con la sonrisa del final de la pieza. Sin embargo la alegría de la milonga se siente tanto en las notas musicales como en las piernas de los danzantes.

Yo no sé nada de tango pero digo que el tango es una mujer. Y a veces hasta dos, como en la película, en la escena de los ventiladores.

octubre 02, 2003

El otro día fui a ver "Anything else"

Tal vez lo mejor de haber visto Anything else fue la remembranza de New York, una ciudad que desde mi primera visita me extendió una permanente y tentadora invitación. Sólo faltó la escena en el metro, pues Allen presenta el panorama de la vida de un joven escritor en el Middle Manhattan: caminatas por el Central Park, reflexiones al borde del río Hudson, restaurantes y cafés al gusto, taxi drivers respondiendo preguntas no formuladas, andenes creando y recreando historias, tiendas, estudios, informales estudiantes, maniáticos profesores y businessmen con mujeres en tacones. Uno siempre está planeando su próximo viaje a New York, y una película de Allen es una buena prueba a distancia.

La otra remembranza fue la del taxi, mejor dicho la del taxista. El último taxi que tomé fue el que me llevó, hace ya más de un año y medio, desde el terminal de bus hasta el apartamento al que llegué a vivir en Canadá. Acá no es que no haya taxis pero es que uno no los usa. Pues además de que siempre me he transportado o en bus o mi carro, tengo la percepción de que andar en taxi me llevaría al borde de la ruina. Pero lo que decía era que, a pesar de la desconfianza propia a los taxistas (siempre pensé que me querían tumbar -sobre todo en Bogotá-) y de que siempre lo consideré mejor opción que coger bus o manejar (aunque no fui consecuente con ello), no había caído en cuenta -como ahora- de la falta que me hace la voz cotidiana del taxista. En fin… las ideas sobre el taxi quedan en continuará…

Ayer, el primer día de octubre, la temperatura bajó drásticamente. Hoy, en vez de ir a mi a veces aburrida clase de francés, preferí venir a almorzar al centro de Ottawa y percibir la ciudad en esta época de cambio. Y vaya cambio. El ambiente es de muerte, o más bien de entierro, o más bien (y realmente) de encierro. El "patio" del restaurante Nickels desapareció. Es ya un planchón de cemento uniforme lo que hasta hace un par de días era una colorida plazoleta de mesas, asientos, botellas de vino, pancartas, ensaladas verdes, cervezas y flores.

Al empezar la tarde la lluvia vino con vientos ya no frescos sino fríos. Caminé un par de cuadras desde el restaurante hasta Planet Coffee, mi café preferido, y encontré la puerta cerrada y en el interior más gente que de costumbre esta hora.

Tal vez lo mismo estará pasando en un par de semanas en New York. Woody Allen lo podría describir muy bien. Anything else se desarrolla tal vez entre esos días en que la jubilosa primavera le da paso al apasionante verano. Escribir estas frases me ponen en aviso de mi excesiva fijación en el cambio de estaciones…

Pero, que vá, estos cambios drásticos no deben ser más que cosas simples de la vida, just like anything else… think about it!

agosto 13, 2003

Cuatro años sin Jaime Garzón

“La vida no vale nada
si escucho un grito mortal
y no es capaz de tocar
mi corazón que se apaga.”

Pablo Milanés

Hoy hace cuatro años me levanté en mi apartamento del sur de Cali, como siempre, tarde. Tal vez ese día tendría clase en la noche, o tal vez estaba trasnochado, como siempre, de trabajar en el computador hasta el cansancio. No recuerdo quien me dio la fatídica noticia esa mañana pero me acuerdo de mí mismo estremecido y débil, con dolor de alma y de país, viendo desde mi cama en los noticieros del mediodía todos los homenajes y recuerdos que despedían a un espíritu rebelde más que soñó una Colombia distinta, que aprendiera a cagarse de la risa en vez de cagarse en la dignidad.

Por esos años andaba yo hablando con mucha gente que me diera luces en nuestra labor de mantener y proyectar un medio alternativo que empezábamos a consolidar y al que le descubríamos sus inmensas posibilidades pero también sus inmensos riesgos y fragilidad. Tal vez con la certeza que me sigue acompañando de que sin creatividad e imaginación más fácilmente caeríamos en el anacronismo y el olvido, me acerqué, entre otros, a personajes como Alfredo y Jaime Garzón.

Alfredo Garzón me habló de su hermano Jaime y su cómplice Antonio Morales (con quien no pude hablar porqué andaba en Francia). Revisamos algunos de los trabajos gráficos que él le había hecho recientemente al Medio Universitario de la PUJ en Bogotá así como las ediciones de El Clavo y otros impresos con propuestas graficas novedosas. Tal vez lo más impactante de mi entrevista con Alfredo fue el escenario. Me recibió en la sede de El Espectador, donde trabajaba como diseñador y caricaturista. Atravesé la planta de producción hasta encontrarlo en una sala abierta, un espacio simple con una mesa y un sofá de esos de los ochenta. Allí dejó que intercambiamos palabras y me dio la oportunidad de indagar y de masticar lentamente ideas de esas que los creativos digieren sin problema pero que uno se las pasa sólo con un café expresso.

A Jaime quise entrevistarlo para El Clavo pero nunca lo encontré. Acudí a una cita en su estudio de grabación en Cenpro TV donde sólo logré cruzar unas tres palabritas en la entrada con la buenona Andrea Guzmán, y luego, dentro del estudio terminó su asistente convenciéndome de lo difícil que iba ser charlar con Jaime. Además me advirtió la astronómica suma que estaba cobrando por conferencia. Ya me había comentado alguien cercano a él, que Garzón andaba medio enredado haciendo unas gestiones humanitarias que lo tenían un poco apartado de sus proyectos en televisión, y hasta estaba siendo criticado y cuestionado por algunos, además de los peligros que eso le estaba representando. Sin embargo seguimos tratando de cuadrar la fecha para el evento que convocaría El Clavo en Cali teniéndolo a él como invitado especial.

Días después, ya en Cali, logré hablar con Jaime por teléfono. Lo pillé una vez a eso del medio día en el mismo estudio de Cenpro. En el fondo sólo se escuchaban carcajadas y pasó al teléfono riéndose y entre mamadera de gallo terminó por aceptar la invitación. Me confirmó el monto que cobraba por conferencia pero después de echarle el cuento acordamos que nosotros sólo nos encargaríamos de los gastos de viaje. De nuevo me dejó en tramites con su asistente, quien llevó a no feliz termino nuestra propuesta cuando me mencionó que "por sus condiciones de seguridad Jaime está viajando en avión privado", el cual debíamos pagar nosotros ya que nos íbamos a encargar del transporte. Eso, me imagino -sin querer decir que lo de su seguridad era cuento- constituía la forma más amable de torear tanta invitación a la que él no era capaz de decir directamente que no.

Meses después, hace cuatro años, ese 13 de agosto del 99, unos sicarios pagados por alguna de las organizaciones criminales de nuestro país, apagaron su chispa creadora y mandaron al papayo a un agudo crítico político que le mamaba gallo al país en serio. Sobre todo a los que merodean el círculo del poder, a quienes a través de sus personajes invitaba a "dejarse de huevonadas" y decirle la verdad a los colombianos. Jaime Garzón nos dejó un reto a quienes nos sonó su mensaje y su propuesta. Nos dejó el desafío de hacerle frente a las problemáticas sociales y de cuestionar a los políticos y los actores del conflicto a través de armas tan poderosas como el humor y la creatividad, que desnudan al enemigo pero no lo matan cobardemente para dejarlo sin palabras. Estaba convencido de que el dialogo sincero y frentero le serviría de chaleco antibalas. Su terquedad no le permitió dejar de soñar ni dejar de dar papaya. Pero una vez más, las maquinarias de la violencia prefirieron aniquilar a su interlocutor y seguir infundiendo ese mensaje de terror que le echa tierra a la posibilidad de discernir y construir.

¿Hasta cuándo?

agosto 06, 2003

Mi abuela y la visa

Sería muy difícil explicarle a mi hijo, si lo tuviera, porqué mi abuela, su bisabuela, no pudo venir a visitarnos.

– Pero papá, si está ahí no más en Nueva York, tu me dijiste que eso quedaba cerca…

Y sería muy difícil empezar a explicarle qué precisamente, está allá en otro país y que para cruzar de un país a otro necesita un permiso, una visa.

– Pero papá, ¿permiso de quién? Mi abue ya no está muy grandecita para pedir permiso?… porqué simplemente no viene y ya, sin pedirle permiso a nadie… dile que nadie la va a castigar por eso, además yo quiero verla y punto!

Y entonces la vaina se complica más. Cómo explicarle a los niños que en el mundo de los adultos (y de los viejos también aunque cada vez parezcan más niños), dónde termina un país y empieza otro tenemos una cosa llamada frontera, y qué en las fronteras hay autoridades de los gobiernos, y qué los gobiernos determinan quién puede y quién no puede pasar al otro lado.

- Pero papá, ¿cuáles fronteras?... si tu me dijiste que ella venía en avión… y yo no creo que los aviones se tengan que parar en el cielo para decirle a Dios o no sé que autoridades que tu te inventas, que vienen para acá, para mi casa…

Y entonces divagaría más diciéndole qué no, que la cosa no tiene nada que ver con
Dios, que el permiso ese, o la visa, se la piden es en el aeropuerto, y que las fronteras son conceptos políticos y qué la política internacional está por encima de las ganas que él tenga de ver a la abuela.

- Pero es que yo no entiendo todavía… qué tiene que ver eso de la política si eso es de la televisión… y eso de los aeropuertos, si eso es sólo para que la gente se monte a los aviones y para que puedan despegar… Además mi otra abuela, tu mamá, si vino la otra vez a visitarnos y no salió con ninguno de esos cuentos raros…

Y me tocaría entonces, con papeles de prueba en mano, contarle que es qué la gente que vive en diferentes países tiene diferentes pasaportes, y que dependiendo del pasaporte le piden diferentes requisitos para entrar a otro país. Y que la abuela Luz vive en un país rico y a la gente de ese país le dan un pasaporte con el que se puede ir a todas partes. Pero la abuela Ofelia vive en un país pobre donde la gente se pelea entre si, y por eso a la gente de ese país le dan un pasaporte con el que no puede ir a ninguna parte. Y correría el riesgo de que se me vinieran a la mente las justificaciones geopolíticas de los límites territoriales, y las razones socio-económicas por las que la gente en Colombia se pelea, y las justificaciones de seguridad poblacional de las leyes de inmigración de Canadá, y… Pero mi hijo, si lo tuviera, cuando me empezara a ver con esa mirada perdida en ideas abstractas y antes de que empezara a desvariar con tanta palabrería rara, me interrumpiría otra vez:

- Papá papá!, pero si tu me has dicho que Colombia es muy bonito… y que la gente que vive allá también es muy amable… porqué no les dan un paseporte o como se llame, igualito al de la otra gente y así tienen una cosa igualita pa´todo el mundo… no te parece más fácil?

Pero yo, dándome cuenta una vez más de la incapacidad de interceptar lenguajes y recordando que las cosas del corazón no se pueden explicar desde los sinsentidos de la razón humana; preferiría volver al lenguaje de los afectos y plantearle con un abrazo una salida más lenta pero menos complicada: “En las próximas vacaciones vamos a ver a tus abuelas”.

Y en últimas, el ´pelao´, si lo tuviera, terminaría poniendo cara de confusión y preferiría despedirse diciendo:

- No papá… yo no entiendo esas vainas… yo sólo quería ver a mi abue y ya, no era para que me salieras con todo ese poco de palabras raras que ni siquiera puedes explicar… yo mejor me voy a acostar y le voy a pedir a Diosito que me deje volar en los sueños, sin aviones ni gobiernos ni fronteras ni visas ni nada de eso; y ver a mi abue y ya. Eso no puede ser tan complicado…


abril 15, 2003

Hable con ella

SOBRE LA PELICULA HABLE CON ELLA
Almodóvar evidenciando soledades

"De la muerte emerge la vida"

HABLE CON ELLA no es una película sobre el amor, es una película sobre la soledad. El personaje principal es la soledad. Los personajes secundarios son las soledades. El tema es el eterno retorno a la soledad. Como un mítico ciclo donde aparecen y desaparecen el amor y el desamor, deslizando lentamente ese espacio permeable pero irrompible que llena la nostalgia y el dolor como representaciones simbólicas de la soledad.

Marco Zuluaga y Benigno Martínez lo confirman cuando se encuentran en la cárcel. La amistad actúa como remedio temporal contra la soledad, pero no la cura definitivamente. La nostalgia y el dolor, que tan bien caracterizan a Marco desde el comienzo de la película, ahora se adueñan del personaje de Benigno.

Almodóvar también plasma su sello personal en este trabajo. Cortas pero significativas frases y acciones cotidianas que en la escena parecen no significar mucho, crean y recrean cada vez la trama general de la película. Es evidente que esas pequeñas conversaciones y esos pequeños movimientos abarcan criticas profundas a la hipocresía de la sociedad, a los roles de quienes creen cuidar de la salud mental y física de los otros, a los medios de comunicación y a instituciones tan arraigadas como la iglesia y la familia.

La película invita a reflexionar sobre las mujeres y su papel en una relación. Su manera de comunicarse hasta cuando están en coma. Muestra la impotencia del hombre formado en una sociedad machista para entender el lenguaje y los juegos que la mujer le plantea. Explora nuevas formas de relacionarse desde la comunicación liderada por todos los sentidos. También plantea el desafío de la amistad entre los hombres, por encima de los miedos y defendiendo los lloriqueos que ayudan a cicatrizar heridas, porque los hombres también se quieren, también sufren, también lloran, también se comunican e incomunican en relaciones espontáneas y desprevenidas. Satiriza a los unos y a los otros, y le entrega a la sociedad el signo de interrogación después de la pregunta que desafía por igual al amor y la justicia, al amor y la moral, al amor y la muerte.

Hasta los inocuos personajes secundarios aportan inmensamente para ese conjunto integral del todo que es la película. Rosa lo corrobora con su enredado emocional con Benigno. La indecisión y angustia permanente del Niño de Valencia lo confirman. Rosa y El Niño también viven su soledad.

Hasta los colores de la película se mezclan entre la soledad y la pasión. Los tonos de las escenas categorizan las tramas secundarias del film para alinearlos con la estructura de la película toda. Como si todo fuera una sola pintura panorámica vista por múltiples ojos que se ahogan en ella.

Eso es HABLE CON ELLA, un rompecabezas de diálogos, colores, personajes, dramas, esperanzas, encuentros, miedos, decepciones, locuras, desafíos. Todos conducentes al mismo punto de partida y de llegada. HABLE CON ELLA es una película para ver dos veces, una con los sentidos y otra con la razón. Es una película de dualidades, de dúos, de parejas: Alicia y Lydia, tan cerca pero tan lejos. Marco y Benigno, conectados en el presente pero con historias polarizantes. Ángela -el eterno amor de Marco- y la mamá de Benigno, dos mujeres que influyen enormemente en los sentimientos del uno y el otro. Marco y Ángela. Marco y Lydia. Benigno y Alicia. Benigno y su madre. Almodóvar muestra en su mejor estilo la invitación que hace el mundo femenino a vivir desde la pasión y a expresarse desde el amor que brota por sus acciones del trabajo diario: la tauromaquia para Lydia, la danza para Alicia y Katerina Bilova, su compañera y recorrida profesora de Ballet; el amarillismo para la conserje del edificio de Benigno, las fobias para Ángela, la morbosidad para la periodista que entrevista a Lydia; y por que no, la enfermería para Benigno, quien desde su mundo representa todo un comportamiento desde la feminidad sin que esto signifique que sea un maricón.

Incluso el símbolo de la muerte como germinador de la vida esta presente en el interrogante del sentido existencial de los personajes. Lydia muere en silencio al lado de su amado verdugo, el Niño de Valencia. Benigno se fuga de la cárcel y de la vida para buscar más allá -a través de la muerte- lo que no pudo materializar en este mundo que no entendió su manera de amar. Y el bebé, esa criatura que nace de la pasividad de Alicia y de la intensidad de Benigno, se despide inmediatamente de la vida para revivir a su madre a un reencuentro con la existencia. Seguramente, a la vez, un reencuentro con el amor y a su vez con la soledad, ambos representados en los seres con los que sigue conectada: Marco Zuluaga y Katerina Bilova, quienes cierran la película con un último dialogo sobre la complejidad y la sencillez de las cosas.

Tal vez todo, incluyendo la película, es más sencillo de lo que uno cree -como asegura Marco-, aunque tal vez, como asegura Katerina: nada es sencillo.